Artículo de opinión de María Luisa Soriano, viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular
29 junio 2010.- La desaparición de CCM se ha debido, como todo el mundo sabe, a que, para manejarla a su antojo, los socialistas cometieron la insensatez de poner al frente de ella a un individuo avalado únicamente por su carné del partido. Como ni el mérito ni la capacidad fueron contemplados para elegir a quien iba a desarrollar un trabajo tan delicado como trascendental, pasó lo que tenía que pasar: el juguete se rompió y se montó un desaguisado de tal calibre que ha hecho necesario poner en la vereda varios miles de millones de euros.
29 junio 2010.- La desaparición de CCM se ha debido, como todo el mundo sabe, a que, para manejarla a su antojo, los socialistas cometieron la insensatez de poner al frente de ella a un individuo avalado únicamente por su carné del partido. Como ni el mérito ni la capacidad fueron contemplados para elegir a quien iba a desarrollar un trabajo tan delicado como trascendental, pasó lo que tenía que pasar: el juguete se rompió y se montó un desaguisado de tal calibre que ha hecho necesario poner en la vereda varios miles de millones de euros.
Lógicamente, debido al gran potencial de CCM, a la ruinosa situación no
se llegó de forma abrupta y, es precisamente por ello por lo que repugna
que, antes de que llegase al borde de la bancarrota, el gobierno
regional no pusiese remedio.
Desde el PP le hemos pedido a Barreda, hasta en siete ocasiones, una Comisión de Investigación que estudie objetivamente y en profundidad lo que ha ocurrido, para que se depuren las responsabilidades tanto del que ha sido presidente de la institución, por su negligente actuación, como de los miembros implicados del gobierno regional, por su vergonzante silencio y comportamiento ante un escándalo financiero de dimensiones descomunales, pero el jefe del ejecutivo, escondiéndose tras su mayoría parlamentaria, se ha negado cuantas veces se lo hemos solicitado.
Un comportamiento como el suyo invita a pensar o que vive en una nube, o que se comporta como una marioneta o, lo que es peor, que pudiera estar contaminado. Sólo así puede explicarse que, mientras que todo el mundo está tratando de reducir gastos eliminando fundaciones y empresas públicas, Barreda se haya atrevido a crear una innecesaria entidad pública para gestión aeroportuaria que avalará, de entrada, con ciento cuarenta millones de euros de todos los castellano manchegos a CR-Aeropuertos, una promotora en concurso de acreedores, que, además de ser privada, sus socios mayoritarios son sobradamente conocidos como sus amigos de toda la vida.
Igual que todo el mundo, el PP desea que el Aeropuerto Central sea una infraestructura que aporte trabajo y bienestar para Ciudad Real y para toda Castilla-La Mancha pero, antes de proporcionar a una sola empresa un aval multimillonario, Barreda, por pura deontología, tiene la inexcusable obligación de precisar cuánto le ha significado a CCM la promotora CR-Aeropuertos, de dejar meridianamente claro qué ha ocurrido con todo el dinero aportado, de explicar a los ciudadanos las graves consecuencias que para la región van a tener la desaparición de CCM y de su obra social, de puntualizar a quienes hay que exigir responsabilidades y, además, de desenmarañar la absorción de CCM por Cajastur para tranquilidad de sus trabajadores. No hacerlo es proceder de forma marrullera, permitir que a los ciudadanos les distraigan impunemente su dinero, hurtarles la información que les corresponde, escamotear un escándalo financiero de gravedad extrema y actuar, aunque esto cada vez sorprende menos, como un presidente anacrónico y destartalado que gobierna a base de triquiñuelas que, cada día que pasa, parece que, más que ostentar, detenta el cargo que ocupa.
Desde el PP le hemos pedido a Barreda, hasta en siete ocasiones, una Comisión de Investigación que estudie objetivamente y en profundidad lo que ha ocurrido, para que se depuren las responsabilidades tanto del que ha sido presidente de la institución, por su negligente actuación, como de los miembros implicados del gobierno regional, por su vergonzante silencio y comportamiento ante un escándalo financiero de dimensiones descomunales, pero el jefe del ejecutivo, escondiéndose tras su mayoría parlamentaria, se ha negado cuantas veces se lo hemos solicitado.
Un comportamiento como el suyo invita a pensar o que vive en una nube, o que se comporta como una marioneta o, lo que es peor, que pudiera estar contaminado. Sólo así puede explicarse que, mientras que todo el mundo está tratando de reducir gastos eliminando fundaciones y empresas públicas, Barreda se haya atrevido a crear una innecesaria entidad pública para gestión aeroportuaria que avalará, de entrada, con ciento cuarenta millones de euros de todos los castellano manchegos a CR-Aeropuertos, una promotora en concurso de acreedores, que, además de ser privada, sus socios mayoritarios son sobradamente conocidos como sus amigos de toda la vida.
Igual que todo el mundo, el PP desea que el Aeropuerto Central sea una infraestructura que aporte trabajo y bienestar para Ciudad Real y para toda Castilla-La Mancha pero, antes de proporcionar a una sola empresa un aval multimillonario, Barreda, por pura deontología, tiene la inexcusable obligación de precisar cuánto le ha significado a CCM la promotora CR-Aeropuertos, de dejar meridianamente claro qué ha ocurrido con todo el dinero aportado, de explicar a los ciudadanos las graves consecuencias que para la región van a tener la desaparición de CCM y de su obra social, de puntualizar a quienes hay que exigir responsabilidades y, además, de desenmarañar la absorción de CCM por Cajastur para tranquilidad de sus trabajadores. No hacerlo es proceder de forma marrullera, permitir que a los ciudadanos les distraigan impunemente su dinero, hurtarles la información que les corresponde, escamotear un escándalo financiero de gravedad extrema y actuar, aunque esto cada vez sorprende menos, como un presidente anacrónico y destartalado que gobierna a base de triquiñuelas que, cada día que pasa, parece que, más que ostentar, detenta el cargo que ocupa.