Opinión
Artículo de opinión de María Luisa Soriano, viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular

rp_marisa_soriano_julio_09.jpg5 octubre 2010.- El documental ‘Super size me’ presenta los efectos en la salud de un hombre que se sometió durante 30 días seguidos al experimento de desayunar, almorzar y cenar con una dieta a base de la denominada comida basura. Antes del inicio, el protagonista era un hombre físicamente por encima de la media, que medía 188 cm de altura y tenía un peso de 84 kg. Terminado el experimento pesaba 11 kg más, su estómago había aumentado considerablemente, sentía palpitaciones y episodios de depresión, de somnolencia, de dolor de cabeza, de cambios de humor y de disfunción sexual.

 
 
 
 
 
No son pocos los que se muestran de acuerdo con los resultados del referido ensayo, pero otros sostienen que comía demasiado, que no hacía suficiente ejercicio, que de un caso particular no se pueden sacar leyes generales y que los resultados habrían sido los mismos independientemente del tipo de alimento tomado.

Es en el cerebro donde se procesan las señales que al comer envía el aparato digestivo y es en él donde se puede determinar la mayor o menor cantidad de alimento que podemos tomar sin sobrepasar los límites saludables, por tanto, si se nos enseñase a comer de manera responsable y a apreciar y conocer las cualidades de los alimentos, así como las ventajas de una dieta sana, sólo voluntariamente podríamos cometer excesos alimentarios que perjudicasen a nuestra salud.

A la administración socialista, le encanta prohibir, que es lo fácil y, en vez de educar, que es lo difícil, se dedica a emprender campañas contra aquellos alimentos que, a veces inexplicablemente, estima dañinos. Una de esas campañas, que hizo y sigue haciendo un daño de muy difícil reparación a la vitivinicultura, fue la que puso en marcha la entonces ministra de sanidad y ahora vicepresidenta, señora Salgado. Con aquella campaña trató al vino poco más o menos como si fuera comida basura. No contentos con aquella insensatez, recientemente, sus compañeros socialistas, con el sector luchando por su supervivencia, se han dejado caer con la prohibición de la publicidad diurna del vino.

Barreda, el presidente de la región que produce más vino, tendría que haberse opuesto frontalmente a semejantes dislates y, para remediar sus daños, hace mucho tiempo que debería, como poco, haber comenzado una campaña de educación que enseñe aspectos del consumo de vino tan importantes como que, si se bebe con prudencia y sin excesos, no sólo no compromete la salud, sino que son muchos los estudios que avalan que es uno de los mayores enemigos de las enfermedades cardiovasculares, que es antiinflamatorio, que disminuye las obstrucciones de las arterias, que retrasa el envejecimiento y que aumenta la esperanza y la calidad de vida.

Ni que decir tiene que Barreda no ha hecho absolutamente nada porque su servilismo a su partido, que tiene más que demostrado, está por encima de los intereses de nuestra región. Qué otra cosa podría esperarse de un presidente que para solventar los males de la vitivinicultura de la región, la solución que ha puesto en marcha es el arranque de viñedo. Estará pensando aquello de: muerto el perro…



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