Enrique Belda

De esa manera, los líderes regionales se han convertido en piezas claves
del poder político en España. Los “barones” autonómicos, sean hombres o
mujeres, tienen capacidad de incidir en las políticas del Gobierno
Central, cuando es de su mismo partido, o de lo contrario hacen que
tiemble (a no ser que carezcan de peso e influencia. Omito poner
ejemplos). Y si se trata de gobernantes autonómicos de distinto partido
que el que ostenta la Presidencia de la Nación, asumen un protagonismo
ineludible en sus propias formaciones políticas. “Pintan”, en una
palabra.
Por eso, cuando se quiere presidir una Comunidad hace falta reunir una serie de cualidades probadas de mando, y unas referencias previas de gestión pública y de consolidación interna. Sin ello, no se va a ningún sitio. Si hay dos candidatos igualados, el que gana y gobierna, siempre ha sucedido así en el sistema electoral autonómico, es el que reúne mejor ese perfil. Ya saben donde voy a parar: dos más dos son cuatro. Resulta que en Castilla-La Mancha, la candidata del Partido Popular, Maria Dolores de Cospedal, ha conseguido internamente liderar, durante ya cinco años, una formación derrotada durante décadas en las urnas. En apoyo de lo anterior, además, ha llegado a encabezar (nominal y efectivamente, por su continua presencia pública) el partido que en toda España encabeza las preferencias de voto. No falla: cuando la casa propia se tiene en orden, el electorado confía en los responsables. Pero luego, a nivel externo, esta candidata ofrece también una experiencia profesional y pública dilatada, que además transmite a los votantes, con la misma aceptación que gozaba en sus mejores tiempos, el único líder consolidado que hemos tenido en Castilla-La Mancha, José Bono.
Así, la forma de recibirla la gente, de abordarla las fuerzas vivas de las localidades, de respaldarla y de ser buscada (cada vez con menos disimulo por quienes mueven la riqueza y la inversión de nuestra tierra); no deja lugar a dudas de que va por el camino correcto. Ahora bien, lo más importante es que jamás, pero nunca, se deja amedrentar por los conocidos y previsibles golpes del poder establecido, ni cambia su discurso para perder un minuto en defenderse de las acusaciones o tergiversaciones más inverosímiles. Bien es cierto que los de aquí ya sabemos cómo se comporta cualquier gobierno que se enquista y, al final, eso beneficia siempre al calumniado.
Enrique Belda
Por eso, cuando se quiere presidir una Comunidad hace falta reunir una serie de cualidades probadas de mando, y unas referencias previas de gestión pública y de consolidación interna. Sin ello, no se va a ningún sitio. Si hay dos candidatos igualados, el que gana y gobierna, siempre ha sucedido así en el sistema electoral autonómico, es el que reúne mejor ese perfil. Ya saben donde voy a parar: dos más dos son cuatro. Resulta que en Castilla-La Mancha, la candidata del Partido Popular, Maria Dolores de Cospedal, ha conseguido internamente liderar, durante ya cinco años, una formación derrotada durante décadas en las urnas. En apoyo de lo anterior, además, ha llegado a encabezar (nominal y efectivamente, por su continua presencia pública) el partido que en toda España encabeza las preferencias de voto. No falla: cuando la casa propia se tiene en orden, el electorado confía en los responsables. Pero luego, a nivel externo, esta candidata ofrece también una experiencia profesional y pública dilatada, que además transmite a los votantes, con la misma aceptación que gozaba en sus mejores tiempos, el único líder consolidado que hemos tenido en Castilla-La Mancha, José Bono.
Así, la forma de recibirla la gente, de abordarla las fuerzas vivas de las localidades, de respaldarla y de ser buscada (cada vez con menos disimulo por quienes mueven la riqueza y la inversión de nuestra tierra); no deja lugar a dudas de que va por el camino correcto. Ahora bien, lo más importante es que jamás, pero nunca, se deja amedrentar por los conocidos y previsibles golpes del poder establecido, ni cambia su discurso para perder un minuto en defenderse de las acusaciones o tergiversaciones más inverosímiles. Bien es cierto que los de aquí ya sabemos cómo se comporta cualquier gobierno que se enquista y, al final, eso beneficia siempre al calumniado.
Enrique Belda