Artículo de opinión de María Luisa Soriano Martín, viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular
23 marzo 2010.- Dicen que Yoko Ono, la esposa de John Lennon, es la artista desconocida más conocida del mundo. El motivo es la leyenda negra que gira en torno a ella que la responsabiliza del fin de la que, para muchos, ha sido la mejor banda musical de la historia, los Beatles.
23 marzo 2010.- Dicen que Yoko Ono, la esposa de John Lennon, es la artista desconocida más conocida del mundo. El motivo es la leyenda negra que gira en torno a ella que la responsabiliza del fin de la que, para muchos, ha sido la mejor banda musical de la historia, los Beatles.
No sé hasta qué punto contribuyó la artista nipona a la separación de
los Beatles, pero es posible que se haya demonizado más de la cuenta su
influencia en el grupo. Yo creo que fue la cabeza de turco que usaron
para encubrir el ocaso del grupo de Liverpool y, de camino, mitificarlo,
como de hecho ha sucedido.
El caso es que, de un tiempo a esta parte, algo parecido se está haciendo con los funcionarios de la Administración. Se está demonizando su trabajo y su situación laboral para exculpar al Gobierno socialista de la situación de crisis que vivimos y que se ve incapaz de solucionar. Lo último, lo definitivo, el no va más del Gobierno Barreda ha sido que, para combatir la crisis, va a aplicar un plan de austeridad en el que la principal medida es luchar contra el absentismo laboral de los funcionarios de la Administración regional.
Semejante estolidez hace evidente que el ingenio de Barreda está agotado, si es que alguna vez lo ha tenido. Precisamente Barreda que es funcionario debería recordar que los empleados públicos muestran en la realización de su trabajo una fidelidad que está fuera de toda duda, aunque puede que, como lleva tantos años subido en el coche oficial, se le haya olvidado.
Los funcionarios dan la cara por las decisiones políticas, la mayoría de las veces desvariadas, de este Gobierno, resuelven a contrarreloj, sin cobrar horas extras, los expedientes que necesitan los altos cargos, se adaptan a los cambios de rumbo de un Gobierno tan veleta como el que estamos sufriendo y tienen que aceptar subidas de sueldo que son migajas sobre todo si se comparan con los indecentes incrementos con que Barreda se regaló a sí mismo y obsequió a su desmesurado equipo de gobierno.
Ni que decir tiene que la solución de la crisis que nos atormenta no pasa por controlar hasta el último movimiento de los empleados públicos, si no por controlar a los altos cargos para comprobar su rentabilidad y el grado de cumplimiento de objetivos para los que fueron nombrados. Políticas como las llevadas en Alemania que reducen su plantilla de altos cargos es infinitamente más inteligente y resolutiva que la de poner vigilantes en los edificios públicos para acusar a los currantes.
De igual forma que Yoko Ono es la artista desconocida más conocida del mundo, el funcionario es el trabajador desconocido más conocido de la sociedad. Como hicieron a la artista nipona, Barreda quiere hacer a los funcionarios la cabeza de turco con la que ocultar su incapacidad para sacarnos de la situación en la que nos ha metido.
Para aliviar la crisis económica y social que padecemos podría empezar eliminando unos pocos de los altos cargos recolocados y de los estómagos agradecidos que tiene. Y, cuando termine esta primera fase, que siga, que tiene tajo para rato.
El caso es que, de un tiempo a esta parte, algo parecido se está haciendo con los funcionarios de la Administración. Se está demonizando su trabajo y su situación laboral para exculpar al Gobierno socialista de la situación de crisis que vivimos y que se ve incapaz de solucionar. Lo último, lo definitivo, el no va más del Gobierno Barreda ha sido que, para combatir la crisis, va a aplicar un plan de austeridad en el que la principal medida es luchar contra el absentismo laboral de los funcionarios de la Administración regional.
Semejante estolidez hace evidente que el ingenio de Barreda está agotado, si es que alguna vez lo ha tenido. Precisamente Barreda que es funcionario debería recordar que los empleados públicos muestran en la realización de su trabajo una fidelidad que está fuera de toda duda, aunque puede que, como lleva tantos años subido en el coche oficial, se le haya olvidado.
Los funcionarios dan la cara por las decisiones políticas, la mayoría de las veces desvariadas, de este Gobierno, resuelven a contrarreloj, sin cobrar horas extras, los expedientes que necesitan los altos cargos, se adaptan a los cambios de rumbo de un Gobierno tan veleta como el que estamos sufriendo y tienen que aceptar subidas de sueldo que son migajas sobre todo si se comparan con los indecentes incrementos con que Barreda se regaló a sí mismo y obsequió a su desmesurado equipo de gobierno.
Ni que decir tiene que la solución de la crisis que nos atormenta no pasa por controlar hasta el último movimiento de los empleados públicos, si no por controlar a los altos cargos para comprobar su rentabilidad y el grado de cumplimiento de objetivos para los que fueron nombrados. Políticas como las llevadas en Alemania que reducen su plantilla de altos cargos es infinitamente más inteligente y resolutiva que la de poner vigilantes en los edificios públicos para acusar a los currantes.
De igual forma que Yoko Ono es la artista desconocida más conocida del mundo, el funcionario es el trabajador desconocido más conocido de la sociedad. Como hicieron a la artista nipona, Barreda quiere hacer a los funcionarios la cabeza de turco con la que ocultar su incapacidad para sacarnos de la situación en la que nos ha metido.
Para aliviar la crisis económica y social que padecemos podría empezar eliminando unos pocos de los altos cargos recolocados y de los estómagos agradecidos que tiene. Y, cuando termine esta primera fase, que siga, que tiene tajo para rato.