Artículo de opinión de María Luisa Soriano Martín, viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular
6 abril 2010.- Ha sido en el último libro que he regalado a mi hijo titulado: Atlas de los exploradores españoles, donde he descubierto que la obra de D. Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Segismunda, fue un intento, casi desesperado, del más universal de nuestros escritores, para crear un nuevo paradigma de héroe, cambiando la persuasión por la espada.
6 abril 2010.- Ha sido en el último libro que he regalado a mi hijo titulado: Atlas de los exploradores españoles, donde he descubierto que la obra de D. Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Segismunda, fue un intento, casi desesperado, del más universal de nuestros escritores, para crear un nuevo paradigma de héroe, cambiando la persuasión por la espada.
Aunque el de Alcalá de Henares dijo de dicha obra que podía ser “el
mejor libro o el más malo” de los que había escrito, el resultado, como
es característico en la literatura cervantina, fue una novela preñada de
la más feroz ironía. En ella escribió una de las magistrales frases con
las que nos ha regalado: “El andar tierras y comunicar con diversas
gentes hace a los hombres discretos”.
No es normal que una frase de tan extraordinario autor tenga excepciones, pero, en este caso, las tiene. Lo digo porque, al último de nuestros exploradores, al más trotamundos de los Consejeros, quien dice ser y llamarse José Luis Martínez Guijarro, el andar por tierras y comunicarse con otras gentes no le han hecho más discreto.
Si así fuese, después de los incontables kilómetros que a lo largo y ancho de este mundo lleva recorridos con la excusa de promocionar el vino de la región, tendría más sensatez y obraría con más tacto.
No actúa con sensatez porque, cegado con disfrazar de éxito sus tan fastuosas como inútiles excursiones al extranjero, sin el más mínimo rubor, se dedica a crear falsas expectativas anunciando aumentos de las exportaciones, pregonando mejoras en el mercado y parloteando de las enormes posibilidades de comercialización de nuestros vinos en exóticos países orientales.
Y no obra con tacto porque está provocando un gran dilema entre los viticultores, que, además de estar pasándolo mal y de estar agobiados ante los precios tan bajos que reciben por el poco vino que se malvende, no saben qué hacer cuando advierten la sin razón de que, por un lado, se les someta al amargo trance que para ellos supone el arranque de cepas que se está llevando a cabo y, por otro, a que se les creen unas expectativas de presente y de futuro que van justo en el sentido contrario.
No es normal que una frase de tan extraordinario autor tenga excepciones, pero, en este caso, las tiene. Lo digo porque, al último de nuestros exploradores, al más trotamundos de los Consejeros, quien dice ser y llamarse José Luis Martínez Guijarro, el andar por tierras y comunicarse con otras gentes no le han hecho más discreto.
Si así fuese, después de los incontables kilómetros que a lo largo y ancho de este mundo lleva recorridos con la excusa de promocionar el vino de la región, tendría más sensatez y obraría con más tacto.
No actúa con sensatez porque, cegado con disfrazar de éxito sus tan fastuosas como inútiles excursiones al extranjero, sin el más mínimo rubor, se dedica a crear falsas expectativas anunciando aumentos de las exportaciones, pregonando mejoras en el mercado y parloteando de las enormes posibilidades de comercialización de nuestros vinos en exóticos países orientales.
Y no obra con tacto porque está provocando un gran dilema entre los viticultores, que, además de estar pasándolo mal y de estar agobiados ante los precios tan bajos que reciben por el poco vino que se malvende, no saben qué hacer cuando advierten la sin razón de que, por un lado, se les someta al amargo trance que para ellos supone el arranque de cepas que se está llevando a cabo y, por otro, a que se les creen unas expectativas de presente y de futuro que van justo en el sentido contrario.
A tenor de los esperpénticos acuerdos comerciales que el Consejero viene consiguiendo en sus tan prodigadas aventuras en el extranjero, si el vino hablase le diría como mínimo tres cosas. Una, que el Consejero de Agricultura no puede andar al trote despertando en Shangai, durmiendo en Amsterdam, visitando Miami y, a la vuelta, pasando por Colonia y Bruselas, que tanto vuelo le está produciendo un “jet lag” tan grande que es imposible que así pueda atender como merece la agricultura de la región. También le recomendaría menos viajes y más estar en el tajo, que es en lo que tiene que estar que, ahora más que nunca, lo que necesita el sector, es que haga su trabajo, que tiene el campo hecho unos zorros y, por último, le diría que se deje de dar barzones de gañote, que si le gusta viajar que lo haga, pero que como todo el mundo, en vacaciones y con su dinero.