Artículo de opinión de María Luisa Soriano, viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular
27 diciembre 2010.- Es Navidad. Es tiempo de paz. Es el tiempo de recoger la aceituna de los olivares y de elaborar el aceite de oliva.
27 diciembre 2010.- Es Navidad. Es tiempo de paz. Es el tiempo de recoger la aceituna de los olivares y de elaborar el aceite de oliva.
Ambos, olivar y aceite, en la agricultura y en la economía de nuestra
región tienen un protagonismo incuestionable. En Castilla-La Mancha el
olivar constituye un potente motor económico y social que, por su alto
valor ecológico y por ser un recurso indispensable para el presente y
para el futuro de nuestra región, debe, como mínimo, ser preservado. El
aceite castellano manchego, de aromas y sabores que llenan el paladar de
agradables sensaciones, que junto al pan y al vino son los tres iconos
que caracterizan la agricultura de nuestra región, es un bien de valor
incalculable, que, además de un componente insustituible en nuestra
alimentación, internacionalmente se ha convertido en garantía de calidad
agroalimentaria.
Una historia fascinante sobre el origen del olivo aparece en la mitología griega. Poseidón, el dios del mar, perdió contra Palas Atenea, la diosa de la sabiduría, el concurso que les propuso Zeus para ser los protectores de la humanidad. El primero, como regalo le ofreció un caballo alado, el famoso Pegaso, mientras que ella le ofreció un olivo. El caballo podría trasladar a los seres humanos por el cielo y por la tierra. El olivo les daría madera, su fruta les serviría de alimento durante todo el año y su zumo, el aceite de oliva, además de iluminar los templos en los que hombres y mujeres adorarían a Zeus, sería el mejor de los aceites que podrían encontrar en la Naturaleza. Añadió la semidiosa que, cuidándolo, el olivo sería un árbol eterno. No es extraño que Atenea ganase el concurso, que el olivo pronto se extendiera alrededor del Mediterráneo, que su aceite sea parte integrante de la trilogía básica de la dieta mediterránea, pan, vino y aceite, y que se haya convertido en el símbolo de la paz.
Dijo al respecto el último Premio Nobel de Literatura, Vargas Llosa: “El árbol del olivo es un personaje inevitable en las mitologías, en la tumba de los faraones, en la Grecia de Helena y Ulises, en la Biblia, en el llanto de Jesús en Jerusalén. Para judíos, musulmanes y cristianos es un árbol familiar y querido como lo fue antes para adivinos, magos y chamanes”.
Palas Atenea tiene que estar contenta al ver como los seres humanos hemos utilizado su regalo. Olivos hay plantados en el mundo cerca de 750 millones (unos 9 millones de hectáreas). De ellos en España se cultivan alrededor de 2,5 millones de hectáreas, de las cuales en Castilla-La Mancha se trabajan más de 300.000, lo que nos sitúa en la segunda Comunidad de España con mayor superficie cultivada dedicada al olivar.
En el Partido Popular sabemos el pesimismo y la incertidumbre que se respira en el campo y la enorme preocupación que tienen tanto los olivicultores como los productores de aceite con los precios de la aceituna y del aceite y con las ayudas de la nueva PAC que saben que serán claves para el futuro del sector olivarero. Pero es Navidad, es tiempo de paz. Nada mejor puedo hacer que dedicar esta columna a ensalzar al símbolo de la paz y a desear a todos los agricultores castellano manchegos una Feliz Navidad y que todas sus esperanzas se hagan realidad en el nuevo año.
Una historia fascinante sobre el origen del olivo aparece en la mitología griega. Poseidón, el dios del mar, perdió contra Palas Atenea, la diosa de la sabiduría, el concurso que les propuso Zeus para ser los protectores de la humanidad. El primero, como regalo le ofreció un caballo alado, el famoso Pegaso, mientras que ella le ofreció un olivo. El caballo podría trasladar a los seres humanos por el cielo y por la tierra. El olivo les daría madera, su fruta les serviría de alimento durante todo el año y su zumo, el aceite de oliva, además de iluminar los templos en los que hombres y mujeres adorarían a Zeus, sería el mejor de los aceites que podrían encontrar en la Naturaleza. Añadió la semidiosa que, cuidándolo, el olivo sería un árbol eterno. No es extraño que Atenea ganase el concurso, que el olivo pronto se extendiera alrededor del Mediterráneo, que su aceite sea parte integrante de la trilogía básica de la dieta mediterránea, pan, vino y aceite, y que se haya convertido en el símbolo de la paz.
Dijo al respecto el último Premio Nobel de Literatura, Vargas Llosa: “El árbol del olivo es un personaje inevitable en las mitologías, en la tumba de los faraones, en la Grecia de Helena y Ulises, en la Biblia, en el llanto de Jesús en Jerusalén. Para judíos, musulmanes y cristianos es un árbol familiar y querido como lo fue antes para adivinos, magos y chamanes”.
Palas Atenea tiene que estar contenta al ver como los seres humanos hemos utilizado su regalo. Olivos hay plantados en el mundo cerca de 750 millones (unos 9 millones de hectáreas). De ellos en España se cultivan alrededor de 2,5 millones de hectáreas, de las cuales en Castilla-La Mancha se trabajan más de 300.000, lo que nos sitúa en la segunda Comunidad de España con mayor superficie cultivada dedicada al olivar.
En el Partido Popular sabemos el pesimismo y la incertidumbre que se respira en el campo y la enorme preocupación que tienen tanto los olivicultores como los productores de aceite con los precios de la aceituna y del aceite y con las ayudas de la nueva PAC que saben que serán claves para el futuro del sector olivarero. Pero es Navidad, es tiempo de paz. Nada mejor puedo hacer que dedicar esta columna a ensalzar al símbolo de la paz y a desear a todos los agricultores castellano manchegos una Feliz Navidad y que todas sus esperanzas se hagan realidad en el nuevo año.