Artículo de opinión de María Luisa Soriano, diputada regional del PP por Ciudad Real
21 febrero 2010.- En una situación como la que estamos viviendo en Castilla-La Mancha, deteriorada hasta límites extremos, Barreda, en uno de los últimos plenos de las Cortes regionales, nos prometió que, cuando deje de ser presidente, renunciará a los honorarios y a las múltiples prebendas que lleva consigo el hecho de haber desempeñado sus tareas de jefe del ejecutivo regional.
21 febrero 2010.- En una situación como la que estamos viviendo en Castilla-La Mancha, deteriorada hasta límites extremos, Barreda, en uno de los últimos plenos de las Cortes regionales, nos prometió que, cuando deje de ser presidente, renunciará a los honorarios y a las múltiples prebendas que lleva consigo el hecho de haber desempeñado sus tareas de jefe del ejecutivo regional.
Su gesto no fue más que una de sus frecuentes argucias estratégicas. En
este caso lo hizo por puro instinto de conservación del cargo. De ellas,
previsiblemente, hará muchas veces más de cara a las elecciones del
próximo 22 de mayo, porque, por las muchas trastadas que ha hecho, las
encuestas a él y a los suyos les tienen altamente preocupados.
Era para echarse a llorar verlo en la tribuna de oradores poniendo en escena su astracanada tratando de convencernos de que, por su condición de profesor de universidad, podía renunciar a los privilegios de su cargo como presidente. Todos los allí presentes estábamos al corriente de que lo de menos es que Barreda tenga la posibilidad legal de volver a su trabajo de profesor de universidad, porque sabíamos, en primer lugar, que puede, más que desahogadamente, renunciar a las prerrogativas de ex presidente y, en segundo lugar, porque lo suyo no era más que un farol con el que, como es su rancia costumbre, trataba de confundir a todos los castellano manchegos ¿Quién puede creerse que, después de pasarse más de media vida paseándose en coche oficial, desempeñando los más altos cargos en el gobierno regional y viviendo a todo tren, va a volver a coger la tiza y a vivir con el sueldo que tiene un profesor universitario?
Había otros momentos en los que costaba trabajo que no se nos escapase alguna risotada al verlo interpretar su trasnochado gesto de abnegación patriótica porque, también todos los allí presentes, estábamos al tanto de que Barreda hizo una tesis doctoral dedicada al estudio de los caciques de Ciudad Real y pensábamos que, después de tanto tiempo gobernando como uno de ellos, con un dominio total de la sociedad conseguido a base de un vergonzoso clientelismo político y de intromisiones abusivas en asuntos en los que, como gobernante, nunca debería haber intervenido, si volviese a su labor de profesor y le diese por desempolvar su tesis doctoral para actualizarla, se podría dar la curiosa extravagancia de que fuese el único investigador del mundo que llegase a estudiarse a sí mismo.
Seamos claros: lo que ha prometido Barreda no ha sido tanto por convicción cuanto por la necesidad que tiene de hacer gestos electoralistas de cara a la galería. En vez de tratar de embaucar a los castellano manchegos con heroicidades tan patéticas como fingidas, haberse responsabilizado de la alarmante situación de paro y deuda social a la que irresponsablemente ha llevado a Castilla-La Mancha, y tendría que haber aceptado la propuesta del Partido Popular de suprimir por ley el sueldo y las prebendas de ex presidente y no prometer nada sino, discretamente, sin astracanadas que no vienen a cuento, retirarse haciendo mutis por el foro.
Como es costumbre, Barreda lo único que hizo fue aparentar para salir del paso, porque, a pesar de su gesto, el sufrimiento de los 212.000 parados que hay en Castilla-La Mancha sigue intacto.
Era para echarse a llorar verlo en la tribuna de oradores poniendo en escena su astracanada tratando de convencernos de que, por su condición de profesor de universidad, podía renunciar a los privilegios de su cargo como presidente. Todos los allí presentes estábamos al corriente de que lo de menos es que Barreda tenga la posibilidad legal de volver a su trabajo de profesor de universidad, porque sabíamos, en primer lugar, que puede, más que desahogadamente, renunciar a las prerrogativas de ex presidente y, en segundo lugar, porque lo suyo no era más que un farol con el que, como es su rancia costumbre, trataba de confundir a todos los castellano manchegos ¿Quién puede creerse que, después de pasarse más de media vida paseándose en coche oficial, desempeñando los más altos cargos en el gobierno regional y viviendo a todo tren, va a volver a coger la tiza y a vivir con el sueldo que tiene un profesor universitario?
Había otros momentos en los que costaba trabajo que no se nos escapase alguna risotada al verlo interpretar su trasnochado gesto de abnegación patriótica porque, también todos los allí presentes, estábamos al tanto de que Barreda hizo una tesis doctoral dedicada al estudio de los caciques de Ciudad Real y pensábamos que, después de tanto tiempo gobernando como uno de ellos, con un dominio total de la sociedad conseguido a base de un vergonzoso clientelismo político y de intromisiones abusivas en asuntos en los que, como gobernante, nunca debería haber intervenido, si volviese a su labor de profesor y le diese por desempolvar su tesis doctoral para actualizarla, se podría dar la curiosa extravagancia de que fuese el único investigador del mundo que llegase a estudiarse a sí mismo.
Seamos claros: lo que ha prometido Barreda no ha sido tanto por convicción cuanto por la necesidad que tiene de hacer gestos electoralistas de cara a la galería. En vez de tratar de embaucar a los castellano manchegos con heroicidades tan patéticas como fingidas, haberse responsabilizado de la alarmante situación de paro y deuda social a la que irresponsablemente ha llevado a Castilla-La Mancha, y tendría que haber aceptado la propuesta del Partido Popular de suprimir por ley el sueldo y las prebendas de ex presidente y no prometer nada sino, discretamente, sin astracanadas que no vienen a cuento, retirarse haciendo mutis por el foro.
Como es costumbre, Barreda lo único que hizo fue aparentar para salir del paso, porque, a pesar de su gesto, el sufrimiento de los 212.000 parados que hay en Castilla-La Mancha sigue intacto.