Desde hace algún tiempo venimos oyendo a la izquierda en general y al PSOE en particular, criticar desaforadamente a la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, en adelante LOMCE. Se trata de un tema de importancia capital porque incide directamente en la educación de las futuras generaciones, en la educación de nuestros hijos. Si bien es verdad que no nos extraña esa oposición frontal si tenemos en cuenta que uno de los logros de Pérez Rubalcaba en el servicio a la nación es la famosa "LOGSE". En el año 1990, siendo ministro de educación Javier Solana y secretario general de educación Rubalcaba, vio la luz la nefasta Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo de España, por lo que de alguna manera todo el sistema educativo posterior está hecho a la imagen y semejanza de Rubalcaba con los resultados por todos conocidos. Un sistema que no prima el esfuerzo ni la calidad, que está cosechando unas altísimas tasas de fracaso escolar y de abandono del sistema educativo y que posee unas debilidades que se constatan con criterios objetivos y avalados por estudios e informes nacionales e internacionales. Según el ministerio, la reforma tiene el compromiso con una educación de calidad como soporte de la igualdad y de la justicia social. Pero es que no me cabe duda de que la educación es el motor que impulsa el bienestar de un país. El nivel educativo de los ciudadanos determina su capacidad de competir con éxito ante los desafíos laborales y mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a mejores puestos de trabajo y de alta cualificación.
Entonces, ¿qué hay en esa ley para que despierte tanta antipatía a las izquierdas? Quizá lo que no les gusta es que garantiza el derecho a la educación de nuestros niños y jóvenes y que asegura y afianza la permanencia del alumno en su itinerario formativo dotándole de las herramientas suficientes para su formación a lo largo de la vida y su pleno desarrollo personal y profesional, independientemente de cuales sean sus talentos, capacidades y expectativas. O quizá lo que les molesta es la LOMCE garantice unos estándares de aprendizaje comunes mínimos, a través de evaluaciones externas de ámbito nacional. Porque no me dirán que es normal que un niño de Ciudad Real sepa dónde nace el río Guadiana y no sepa dónde nace el Duero, porque no es de su comunidad autónoma.
Otro asunto polémico, el de las lenguas cooficiales se sustancia otorgándoles un tratamiento análogo a la lengua castellana, con la misma importancia y en paridad y a la administración educativa corresponde garantizar el derecho de los alumnos a recibir las enseñanzas en castellano, lengua oficial del Estado, y en las demás lenguas cooficiales en sus respectivos territorios. En cuanto a la enseñanza de religión, ésta es opcional pero quién la elija se tendrá que examinar de ella y cuenta para la nota final. Totalmente lógico, al igual que es lógico que quién opte por la otra asignatura alternativa a la religión también se examine. Por lo tanto, calidad y esfuerzo son líneas básicas de una reforma que marcará un antes y un después en la forma de entender la educación en España, educación largos años lastrada por unas leyes ideologizadas y que han cosechado porcentajes altísimos de fracaso.
Miguel A. Rodríguez
Senador por Castilla-La Mancha