Digo que estos comportamientos no son nuevos porque me vienen a la memoria aquellas campañas no tan lejanas del “No a la Guerra”, “Nunca Mais”, el “15-M”, o qué decir del “13-M” del año 2004, cuando algunos perseguían convertir el día de reflexión en el día del escrache fraudulento contra las sedes del PP. Estas camarillas sectarias y grupos violentos se arrogan la representación del “pueblo”, y se creen con la potestad de vulnerar los derechos políticos de aquellos partidos o ciudadanos que no comparten sus ideas. Por supuesto, siempre en nombre de la “democracia”, pero claro, de su particular forma de entender la democracia. Es decir, en nombre de esa ley del embudo por la que cualquiera que no piense como ellos tiene que atenerse a las consecuencias.
Para imponer su criterio no dudan en utilizar métodos delictivos sustentados en una ideología con los más rancios esquemas marxistas que son inaceptables en una sociedad moderna. No pretenden, ni mucho menos, defender más espacios de libertad para la sociedad civil, sino otorgar más poder a los gobiernos, claro está, siempre y cuando estén dirigidos por ellos. ¿La democracia que proponen es un sistema asambleario de 45 millones de personas? ¿Aceptarían ellos que los que no piensan igual les intentasen convencer con los mismos métodos de persuasión?
No me cabe duda de que son movimientos organizados con objetivos políticos, porque cuando apelan al problema de los desahucios tendríamos que preguntarnos: ¿Dónde estaban estos radicales cuando en España gobernaba el PSOE y aumentaba el número de juzgados para
acelerar los desahucios? ¿Dónde estaban en el año 2010 cuando el PP llevó al Senado una propuesta para eliminar el suelo de las hipotecas y el PSOE, Izquierda Unida o ERC, entre otros, votaron en contra? ¿Les pasaban desapercibidos a estas camarillas los problemas de los desahucios y los millones de españoles que pasaban a engrosar las listas del paro desde 2008 cuando gobernaba ZP?
Es lamentable que la sociedad española haya recibido este regalo envenenado llamado escrache y que es el fruto de la degradación política argentina. Al fin y al cabo, se trata de una forma de linchamiento que consiste en acosar a quién piensa o actúa de manera diferente al escrachador tratando de imponer la voluntad coactiva de una camarilla.
Creo que ya es hora de que la propaganda de izquierdas deje de presentarlos como la “voz del pueblo” con la intención de legitimarlos, porque ese mismo “pueblo” les da la espalda en las urnas cuando se le consulta libremente y con voto secreto.
Angel Exojo Sánchez-Cruzado.
Viceportavoz del Grupo Popular en la Diputación Provincial de Ciudad Real